Como ha sido el fracaso que todos esperábamos, le dedico una línea, que es lo que se merece. Todos estos sindicalistas de pacotilla deberían estar en la cárcel por estafa. Ni una gota más de cibertinta.
Vamos a lo que yo quería ir, que es el otoño en la Ribera. El otoño entró la semana pasada con pocas ganas de cambiar las cosas. Se nota el aire más seco, la mayor visibilidad pero seguimos teniendo buen tiempo que, al final, es lo que nos permite seguir comiendo al aire libre en el chiringuito de Francis.
Los miércoles, un grupo de entre cuatro y diez personas, comemos en el chiringuito de la playa y arreglamos España, como solemos hacer los españoles cuando hay unos quintos de estrella por medio o una botella de vino. Criticamos al gobierno, con razón, y aportamos nuestros puntos de vista hasta que la cosa pasa, por la ingesta de licores, a exaltación de la amistad (yo me retiro en este punto, normalmente)
Ayer, porque era un día raro, y digo raro, porque esperábamos que, al menos, viniera un piquete a interrumpir tan sagrada costumbre, sin caer en que el piquete debía estar poniéndose como los padres capadocios en algún restaurante de marisco de la zona.
Total, que cuando llegué, no había organizado nada, pero estaban casi todos los habituales, cuyos nombres mantengo en el anonimato, por ahora. Pregunté y me dijeron que no había nada organizado y que se dispersaba el grupo.
Mi amigo, es un señor que, cuando va con sombrero, que es siempre, se descubre para saludar a las señoras y, para él, el gesto es absolutamente natural, porque lo ejercita cientos de veces a diario y claro, le sale muy bien. Le comenté que Pérez Reverte había escrito en el dominical de ABC (la Verdad en Murcia) un artículo muy bueno al respecto y que si lo había leído, lo cual corroboró socarronamente.
Aclarado esto, he traído a colación este tema de las costumbres y las tradiciones, porque es algo que, últimamente, me preocupa y bastante. Me explico:
No paro de leer que estamos en un país de generación Ni -Ni, vamos, que los jóvenes de hoy ni estudian, ni trabajan, lo cual me parece harto peligroso para un país en el que, como España, ha perdido todos sus valores y toda su capacidad de salir adelante como sociedad.
Tengo que reconocer, mal que me pese, que esta tendencia, que durante los años ochenta era ya exagerada, se convirtió en cataclismo a escala nuclear cuando Aznar suprimió la obligatoriedad de prestar el servicio militar o la Mili, como la hemos llamado desde siempre.
Con los gobiernos de González y el todo vale al que nos sometió en la justicia, en la lucha contra el terrorismo, en la honestidad de su partido y de los políticos que empezaron a saquear España sin consecuencia alguna. En los pelotazos inmobiliarios, en las comisiones que se llevaron por cualquier obra o infraestructura. Todo ello sirvió de plataforma para que se perdieran valores sociales, como el amor al trabajo bien hecho, el respeto a los mayores, el respeto a los débiles y la capacidad de ayudar al que lo necesita.
Se tacha de fascista al que usa la bandera de España. Se pone a los asesinos a la altura de las víctimas y encima se les da impunidad. Se alaba al que es un sinvergüenza y se ridiculiza al honrado. El presidente de los empresarios es un señor que está bajo sospecha jurídica por estafa. El vicepresidente tercero del gobierno da subvenciones a una empresa en quiebra técnica en la que trabaja su hija.... ¿Qué ejemplo es este para nuestros hijos? ¿Cómo podemos los padres trasmitir a nuestros hijos valores para el futuro, cuando se les bombardea con facilidades para tener todo tipo de relaciones sexuales sin ninguna consecuencia? ¿Qué ciudadanos estamos formando para el mañana?
Creo firmemente que debería instaurarse de nuevo el servicio militar para los dos sexos. Además creo que debería durar años, como en Suiza. Que una vez al año te tocara dedicarle al país que te da una educación y te da de comer durante cinco o diez años. Creo que debería ser un servicio militar en el que se infundieran valores que se han perdido: amor a la Patria, honradez, vocación de servicio y de ayuda a los más débiles. Sólo así, con unos valores sólidos, una sociedad puede avanzar y progresar. Sólo así evitaremos que nuestro país, en pocos años, no tenga identidad y sea arrasado por otras culturas, que nos arrinconarán y nos marginarán. Y me refiero en concreto al Islam.
Un gesto tan sencillo como saludar a las señoras levantándose el sombrero o ayudar a un anciano en la calle, marcan la diferencia entre una sociedad que tiene futuro y otra que está condenada al fracaso. Para nuestra desgracia, estamos en el segundo grupo.