Ahora que empieza el frío y que, como cada dos semanas, me he venido a ver a las niñas a Madrid, me encuentro con que mi casa, en la que he vivido más de quince años, se me hace extraña. Tengo la rara sensación de estar de visita en mi propia casa. Esta sensación nunca me ha ocurrido cuando voy a la Ribera.
Antes, cuando vivía aquí y me escapaba, por trabajo o por placer, unos días a la Ribera, no sé si por el placer de disfrutar de lo que a diario me era negado o por la añoranza que siempre me ha producido volver a Murcia, me sentía en casa. Es más, cuando cruzo la "frontera" entre Albacete y Murcia, siempre digo: " Ya estamos en casa". Las niñas lo han aprendido desde pequeñas y han asumido esta expresión como propia. No se les escapa nunca el momento en que abandonamos Castilla para entrar en nuestra tierra.
No sé que extraño influjo ejerce sobre nosotros esta tierra en la que yo nací y de la que ellas son hijas adoptivas. Si sé, que esa luz con la que, aun en pleno invierno, brilla el Sol sobre la superficie del Mar Menor y que, para mucha gente, es cegadora e incluso podría provocar la locura, es la que me da energía. Sé que puedo estar horas contemplando el mar en calma y descubrir como, en realidad, no lo está. Sé que me despierto temprano para ver amanecer o que espero a que salga la luna por detrás de la manga para salir a cenar o a tomar algo.
Leí el otro día en Facebook, que decía Proust que "No hay paraíso hasta que se ha perdido". No puedo estar mas en desacuerdo con él. El paraíso lo llevamos dentro de nosotros mismos. No importa el frío o el calor que haga fuera o lo bonito o feo que sea el paisaje. El paraíso está allí donde nosotros queremos, con nuestros sentimientos, que esté. El paraíso desaparece cuando perdemos la esperanza, cuando el pesimismo nos vence o no somos capaces de luchar con la adversidad y reaparece cuando superamos los problemas y encontramos motivos para hacer, de cada día, un día especial. El paraíso lo encontramos en cada árbol y en cada piedra. Lo encontramos en cada ola que inexplicablemente se mueve sin, aparentemente, hacer ningún esfuerzo. En una tarde tranquila de agosto, viendo como el Sol sigue, perezoso, su camino hasta perderse tras el horizonte o como pelea contra la noche, justo antes de amanecer, cuando apenas asoma una línea naranja en el mar.
La capacidad de encontrar nuestros paraísos va íntimamente unida a nuestra capacidad de superación. Por muy difícil que sea una situación, siempre existe una salida. Y si esta no es airosa, por lo menos, es una salida. Lo importante es poder evolucionar a mejor.
Existen playas maravillosas en mares lejanos, montañas inexpugnables en países remotos y desiertos embriagadores con dunas doradas al atardecer. Son paraísos, sí, pero no son los únicos.
Como decía Du Bellay*:
¡Feliz quien, como Ulises, ha hecho un largo viaje,
igual que aquél que conquistó el toisón.
y ha regresado luego, sabio y lleno de experiencia,
para vivir entre su gente el resto de sus días!
En definitiva, cada uno encontramos el paraíso allá donde queremos que esté y yo tengo el mío.
*En este enlace está el poema "Les Regrets" en versión original, que si que rima
http://www.feelingsurfer.net/garp/poesie/Bellay.Ulysse.html
*En este enlace está el poema "Les Regrets" en versión original, que si que rima
http://www.feelingsurfer.net/garp/poesie/Bellay.Ulysse.html