Buscar este blog

Santiago de la Ribera

Santiago de la Ribera
Amanece

jueves, 21 de octubre de 2010

Fin de semana en el exilio

Ahora que empieza el frío y que, como cada dos semanas, me he venido a ver a las niñas a Madrid, me encuentro con que mi casa, en la que he vivido más de quince años, se me hace extraña. Tengo la rara sensación de estar de visita en mi propia casa.  Esta sensación nunca me ha ocurrido cuando voy a la Ribera.

Antes, cuando vivía aquí y me escapaba, por trabajo o por placer, unos días a la Ribera, no sé si por el placer de disfrutar de lo que a diario me era negado o por la añoranza que siempre me ha producido volver a Murcia, me sentía en casa.  Es más, cuando cruzo la "frontera" entre Albacete y Murcia, siempre digo: " Ya estamos en casa". Las niñas lo han aprendido desde pequeñas y han asumido esta expresión como propia. No se les escapa nunca el momento en que abandonamos Castilla para entrar en nuestra tierra.

No sé que extraño influjo ejerce sobre nosotros esta tierra en la que yo nací y de la que ellas son hijas adoptivas.  Si sé, que esa luz con la que, aun en pleno invierno, brilla el Sol sobre la superficie del Mar Menor y que, para mucha gente, es cegadora e incluso podría provocar la locura, es la que me da energía. Sé que puedo estar horas contemplando el mar en calma y descubrir como, en realidad, no lo está. Sé que me despierto temprano para ver amanecer o que espero a que salga la luna por detrás de la manga para salir a cenar o a tomar algo.

Leí el otro día en Facebook, que decía Proust que "No hay paraíso hasta que se ha perdido".  No puedo estar mas en desacuerdo con él. El paraíso lo llevamos dentro de nosotros mismos.  No importa el frío o el calor que haga fuera o lo bonito o feo que sea el paisaje. El paraíso está allí donde nosotros queremos, con nuestros sentimientos, que esté. El paraíso desaparece cuando perdemos la esperanza, cuando el pesimismo nos vence o no somos capaces de luchar con la adversidad y reaparece cuando superamos los problemas y encontramos motivos para hacer, de cada día, un día especial. El paraíso lo encontramos en cada árbol y en cada piedra. Lo encontramos en cada ola que inexplicablemente se mueve sin, aparentemente, hacer ningún esfuerzo. En una tarde tranquila de agosto, viendo como el Sol sigue, perezoso, su camino hasta perderse tras el horizonte o como pelea contra la noche, justo antes de amanecer, cuando apenas asoma una línea naranja en el mar.

La capacidad de encontrar nuestros paraísos va íntimamente unida a nuestra capacidad de superación. Por muy difícil que sea una situación, siempre existe una salida. Y si esta no es airosa, por lo menos, es una salida. Lo importante es poder evolucionar a mejor.

Existen playas maravillosas en mares lejanos, montañas inexpugnables en países remotos y desiertos embriagadores con dunas doradas al atardecer.  Son paraísos, sí, pero no son los únicos.

Como decía Du Bellay*: 
¡Feliz quien, como Ulises, ha hecho un largo viaje,
igual que aquél que conquistó el toisón.
y ha regresado luego, sabio y lleno de experiencia,
para vivir entre su gente el resto de sus días!

En definitiva, cada uno encontramos el paraíso allá donde queremos que esté y yo tengo el mío.

*En este enlace está el poema "Les Regrets" en versión original, que si que rima
http://www.feelingsurfer.net/garp/poesie/Bellay.Ulysse.html 

miércoles, 20 de octubre de 2010

Libertad

La palabra libertad, puede que sea una de las más grandes e importantes que existen en cualquier diccionario. Define la capacidad del individuo para moverse, pensar y, por tanto, de expresar aquello que libremente, valga la redundancia, ha pensado y quiere transmitir a los demás

La libertad es un don divino, que no tiene precio. La libertad no se compra ni se vende. Se disfruta o no, dependiendo de las circunstancias personales de cada uno.

La Libertad la llevamos con nosotros mismos. No hay dictadura, ni cárcel que pueda contener un espíritu libre. Por mucho que alguien intente cercenarla con grilletes o cadenas, un espíritu libre, siempre lo será.

Podrán  intentar limitar su capacidad de expresión, pero encontrará la forma de transmitir su pensamiento. Podrán cortarle las manos o la lengua, pero encontrará la manera de hacer público aquello que siente y vive

Alguien, que no voy a nombrar, ha cometido el estúpido error de intentar ponerme mordazas, de querer que no me exprese.  Ha cometido una grave equivocación y no ha conseguido su propósito.

Sigo y seguiré haciendo lo que me he propuesto, dejar testimonio de este año que voy a vivir en  la Ribera. Seguiré rellenando folios en blanco para quien sí los aprecia y, como es natural, escribiendo en este blog, tal como me prometí a mi mismo.

Gracias a todos los que, con vuestra lectura, me animáis a seguir adelante.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Queda Prohibido

Hoy tengo día profundo. Metafísco estoy, que diría Babieca a Rocinante.  La causa no es otra que me han mandado un poema que me ha hecho parar un rato y reflexionar. Quien me lo ha enviado, lo ha hecho llamando la atención sobre cómo éste puede ser una lección de vida.  Me hubiera gustado escribir esto sobre papel y a golpe de pluma.

No es que sea yo muy conocedor de la obra de Neruda, pero al ver el anuncio en el que se le atribuye el poema, que es el de la Feria del Libro de Madrid, he buscado en Internet para copiar y pegar y descubro, sin sorpresa, he de reconocer, que no es de Don Pablo, sino de Don Alfredo Cuervo. En realidad, el señor Cuervo debería sentirse orgulloso por la confusión y, de paso, pedir copyright a la agencia que ha realizado la pieza publicitaria y por ende daños y perjuicios.

El poema original es más largo que el publicado y, francamente, me parece mejor que la versión aligerada que aparece en la publicidad. Entrando de lleno en el poema en sí, y es la primera vez que hago una crítica literaria, me parece una lección de esas que deben pasar de padres a hijos.

Ya dije hace unos días, en otro lugar y otras circunstancias, que uno no puede dar lo que no tiene o ha tenido nunca. ¿Como explicar los colores a un ciego? que es la pregunta tópica en estos casos. Debemos transmitir a nuestros hijos la más importante de las lecciones, que es la de amar y sentirse amados, respetarse a si mismos y respetar a los demás. A ser tolerantes con el débil y firmes con el que abusa. A defender sus valores. A trabajar por el placer del trabajo bien hecho. A no rendirse ante las dificultades. A crecerse ante los problemas. A sonreír en la adversidad y a llorar por las cosas que merecen la pena.

Si fracasamos en este intento, habremos fracasado en la vida. Si transmitimos odio, rencor, mediocridad o indiferencia, esa es la lección que ellos aprenderán y habremos perdido la oportunidad de transmitirles los valores que hacen grandes a las personas.

Puede que nunca sean famosos, ni ricos, ni poderosos, pero tendrán una riqueza, un poder y un reconocimiento que ningún dinero puede comprar. Tendrán buenos amigos y eso, es riqueza y reconocimiento. Tendrán seguridad en si mismos y eso, es poder, un poder que mueve montañas. Podrán salir airosos de las dificultades, Si transmitimos estos valores, haremos de nuestros hijos grandes personas.

El poema, que pongo un enlace más abajo para el que quiera leerlo, es una lección de humanidad que todos deberíamos aplicarnos y, tal vez así, seríamos algo grandes.

http://blog.spacebom.com/24/del/06/del/2005-queda-prohibido/

martes, 5 de octubre de 2010

Cansaalmas y Perturbientos

Esto es lo que tiene el murciano, es que siempre aprendes algo más. Yo, hasta ahora, conocía palabras sueltas, más del mundo vegetal que otra cosa. Pésoles, bajocas, perdices y pavas son nombres comunes de verduras y hortalizas. Hoy, sin embargo, he descubierto dos nuevos vocablos que, sin pertenecer al Murciano común y de toda la vida,  me parecen lo suficientemente interesantes como para comentarlos.

Así que, mientras espero a que aparezca el operario de Gas Natural, que aquí no sé que nombre tiene la contrata, pero que llevamos cuatro meses para que se dignen a venir, voy a ver como explico lo de estas dos nuevas palabras que hoy he aprendido al albur de una caña y una marinera.

La cosa ha sido como sigue: estábamos en el chiringuito de Francis peleando unos langostinos del mar Menor, bocado exquisito donde los haya, cuando Don Jesús, debajo de su gorra de capitán mercante ha dicho respecto a otro de los contertulios aperitiveros: "Ese es un cansaalmas". Cualquiera podrá imaginar mi perplejidad al oír semejante vocablo.

¿Cansaalmas?¿Qué es un cansa almas? .- pregunto inquieto (esto se lo he robado a Joaquín Mendes). A lo que me contestan con toda la naturalidad del mundo .- Pues eso mismo, uno que cansa las almas, vamos un "pesao".- Ahhh ya .- Contesto yo .- muy buena expresión... - y me responde Pacolo... - ¿No sabías lo que es un cansaalmas? Pues entonces tampoco sabes que, además, es un perturbiento.-  Mis neuronas, acostumbradas a digerir cualquier cantidad de información, se han visto más superadas que cuando descubrí, con horror,  que Concha Velasco tenía perdidas (y eso sin saber lo que eran las perdidas, que a día de hoy, me sobra información). Con lo cual, lo único que se me ha ocurrido preguntar no ha sido por doña Concha y sus pérdidas, sino que si "perturbiento" es con B o con V, claro, para ganar tiempo.
Un perturbiento, es aquel que, con su sola presencia, incomoda o perturba a los demás. Vamos, que en román paladino, lo que las chicas del barrio de Salamanca llamarían un pereza.

El aperitivo - comida ha seguido un rato más entre cañas, vinos y langostinos del mar Menor (que hoy, Francis, quería quitarse de encima). Mientras, uno llega a la conclusión de que, allí fuera, el mundo es diferente, de que todos los ombligos son redondos y de que aquí, el tiempo pasa despacio y uno tiene la sensación de que la vida dura mucho más.

lunes, 4 de octubre de 2010

Un Folio en Blanco

Esta era cibernética que nos invade, ha acelerado las comunicaciones de tal manera que, aunque estemos a miles de kilómetros de la persona con la que queremos intercambiar información, no concebimos ésta sin la absoluta inmediatez.  Da igual que uno esté en Almería y su interlocutor en el Polo Sur. Queremos que esa comunicación sea instantánea y duradera.  No importa que sea por voz, mensajería o chat.  Tenemos, con las nuevas tecnologías y los nuevos móviles, infinitas formas de comunicación que, si falla una, saltamos a la otra con la misma velocidad con la que Arguiñano corta una cebolla.

Hemos pasado en un tiempo, relativamente corto en términos históricos, de tener que pedir una conferencia para hablar con Albacete y que nos dieran dos o tres horas de demora, a hablar por por teléfono desde donde estemos en cada momento y con alguien que ni sabemos a ciencia cierta donde se encuentra.

Esta facilidad que nos ha brindado la tecnología tienen infinitas ventajas y aplicaciones, pero también inconvenientes. La falta de intimidad, la aceleración de la búsqueda de resultados, un mayor stress y, en los adolescentes, la falta de dormir un número de horas adecuado a su edad.

Para mi, una de las pérdidas mayores ha sido la de escribir enfrentándote, pluma en mano, a un folio en blanco. Cuando escribíamos a mano, no hace tanto tiempo, aquello tenía un ritual que a mi me encantaba y que me sigue gustando practicar. Llenar la pluma de tinta con un tintero y mancharte los dedos; hacer que la tinta fluya por el plumín; comprobar que se desliza suavemente sobre la superficie de papel y comenzar a escribir en ese trozo de blanco al que, con nuestra mejor caligrafía, que haría sonrojar a nuestros profesores de colegio, vamos robando terreno y trazando de azul ultramar.

Comenzar a escribir una carta a mano te permite reflexionar y, de alguna manera, sacar de dentro pensamientos profundos. Una hoja en blanco es un espacio enorme que quieres llenar y en el que quieres expresar ideas, sentimientos, recuerdos, anécdotas o, algunas veces, noticias tristes.

Un folio en blanco, abre ante nosotros, un mundo de posibilidades que plasmar al lento ritmo de la pluma. Alegría, tristeza,  fantasía y realidad son posibles en su faz. Poco a poco, vamos dejando, con trazos azules, todas esas ideas en las que no hay marcha atrás. No hay tecla de borrado ni corrector. Lo escrito, escrito está y la única forma de corregirlo es volver a empezar y ya no quedará parecido.

Hace unos días, Mercedes me pidió que, todos los días, le escribiera una carta y, desde que lo hago, he recuperado el placer de enfrentarme durante un rato, en el que no miro el reloj, de llenar no uno, sino varios folios en blanco.